
Un viernes por la noche, un grupo de "locos" alistaban lo suyo para hacer su servicio en el Ministerio “Indigentes”, de la Asociación Obras del Espíritu Santo del padre Sergio Valverde en la zona más peligrosa de la capital josefina, la “Zona Roja”. Escuchar Audio.
Entre el grupo de voluntarios, había varios jóvenes de entre los 14 y 17 años, que el frio y lo peligroso del lugar no les obstaculizó para realizar una buena acción.
Previo a marcharse, el grupo tiene como costumbre hacer una oración agradeciendo a Dios en una capilla dentro de la iglesia de Cristo Rey.
Minutos antes de las diez de la noche, era Barrio México, el lugar predilecto de la obra, sin embargo; los nervios se iban haciendo presente. Al llegar, algunas personas se habían adelantado y estaban cantando algunas canciones cristianas para los indigentes que ya estaban esperando que los demás llegarán.
Era impresionante como muchas personas llegaban a ayudarlos, desde llevando las ollas del camión a la mesa improvisada, hasta como levantaban a algunos que estaban dormidos para que fueran a comer aunque sea una cucharada de arroz y un trago de fresco.
Entre los cantos y la unión de grupo, vimos a muchos abrazando a estas personas que esperan toda la semana para que les dieran un poco de comida y cariño.
Indigentes rezan mientras Obras del Espíritu Santo trabajan. Leer entrevista a Yorleny Valverde, coordinadora del grupo.
En un momento nos apartamos del grupo central y nos fuimos a una casa de habitación a unas cuadras de donde estábamos, para ver otra perspectiva de esta experiencia.
Cuando entramos, lo primeros que vimos fue a varios niños entre 3 y 5 años corriendo entre las cuarterías, felices pese a la forma cómo viven, todavía podíamos ver la inocencia en el brillo de sus ojos, mientras algunos servidores les traían comida.
Entre esos niños, había uno que nunca nos quitó la vista, mientras uno de nosotros le tomaba varias fotografías, él veía con gran detalle la cámara y la luz para la iluminación y empezaba a jugar, a conocer un poco más lo que estaba viendo.
Fue conmovedor la sonrisa de estos niños cuando alguno les hacía cosquillas o les hablaban para que se rieran.
Cada persona que iba por comida salía satisfecho y feliz espiritualmente por el ambiente, algunas veces dependiendo de la cantidad de indigentes, pueden hasta repetir y llevarse otro poquito más.
En la parte final, hacen una oración todos juntos agradeciendo a Dios por esta oportunidad y que todo salió bien. Los abrazos y hasta una que otra lagrima salen en cada uno de los que están ayudando.
Antes de volver al centro, el grupo hace otra oración agradeciendo a los que ayudaron en esta tarea.
Una experiencia que demuestra un poco más la realidad, en cómo algunos la quieren esquivar y en cómo otros, más bien la enfrentan y logran cambiarla y mejorarla para los demás.
Una obra de corazón
Johan Rojas / johanrojaso@outlook.com, Marco Varela / muve20.u@gmail.com


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